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“Avances de la literatura en el último siglo”

  • Foto del escritor: Alexander Arzola
    Alexander Arzola
  • 15 jul 2018
  • 7 Min. de lectura



Muy buenos días, tardes o noches (dependiendo de en qué lugar nos estén leyendo), hoy les traemos uno de los primeros artículos que serán traídos a este blog.


“Avances de la literatura en el último siglo”

La literatura del siglo XX comprende las obras, los movimientos literarios y los autores del siglo XX. Es un siglo marcado por conflictos bélicos que sacudieron la conciencia de los escritores, la influencia de la tecnología (especialmente las artes audiovisuales como el cine y los medios de comunicación, incluso la radio, televisión, e Internet), la ruptura de los límites estrictos entre géneros, y el intercambio entre diferentes lenguas y culturas, que hacen que las obras muestren un grado de cosmopolitismo e influencias mestizas mucho mayor que en los siglos precedentes. La literatura del siglo XX se caracteriza por el deseo de experimentación y la aparición de distintas vanguardias que buscan crear nuevas formas y nuevos contenidos. Rompe con los elementos tradicionales de la literatura: crea narraciones con saltos cronológicos, emplea nuevos escenarios en teatro, rompe la métrica y la rima en poesía, etc.

El siglo se ve también determinado por el auge de la industria editorial, con grandes sellos, la publicación a gran escala y el creciente papel de las escuelas, las críticas literarias y los círculos académicos, como filtros para el lector. Se extienden diversos premios literarios, entre los que destaca el Premio Nobel de Literatura por su prestigio internacional. La cantidad de lectores potenciales creció gracias a la ampliación de la educación básica.

En el ámbito anglosajón se da el llamado periodo eduardiano (por el rey Eduardo VII del Reino Unido) caracterizado por la división entre alta literatura y literatura popular que influiría la crítica del siglo entero, especialmente en las novelas. Los periódicos continuaron siendo el vehículo de difusión de cuentos y novelas, como lo fueron en décadas pasadas. Se reivindica la fantasía, el mundo interior, a veces lleno de color, como el mundo de Beatrix Potter, Peter Pan o El mago de Oz, y a veces amenazantes como El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad.

La segunda década está marcada por la Primera Guerra Mundial, que para muchos estudiosos marca la primera auténtica rotura literaria del siglo. Así, bien que los autores de 1910 a 1914 todavía pueden mostrar un optimismo y un deseo de modernización, la guerra hace que todos los escritos hablen de la condición humana, la muerte, el destino europeo y la decadencia de la ética. El conflicto provocó la pérdida de vida a gran escala, no sólo entre militares sino también entre la población civil, y causó una severa crisis económica en Europa.

Francia lidera estas vanguardias, con nombres como Guillaume Apollinaire, Tristan Tzara en poesía, mientras que en la prosa destaca la publicación en varios volúmenes de En busca del tiempo perdido, obra magna de Proust que con el peso que otorga a la memoria representa muy bien el desencanto ante la pérdida de referentes, que lleva a refugiarse en una niñez inocente anterior a la guerra.

Los aires de rotura llegarán a la literatura asiática como el Xin Wenhua Yùndòng ("nuevo movimiento cultural") chino, un movimiento contracultural que hace eco de los cambios producidos por la caída de las antiguas dinastías y el auge de una nueva lengua. Los autores se ligan a revistas como Nueva Juventud, que se convierte en el órgano oficial para la difusión de las ideas modernizadoras. En Japón, se crea uno de los personajes más populares, el protagonista de Botchan, que ejemplifica el creciente contraste entre el mundo rural y el urbano (la ciudad es uno de los temas preponderantes en la literatura de inicios de siglo en el mundo entero). El Premio Nobel es otorgado a Rabindranath Tagore de la India.

En alemán Franz Kafka recoge la desconfianza de la realidad y el pesimismo continental en unos relatos donde el individuo no puede nada ante el estado, el absurdo o los demás. En La metamorfosis, un hombre se transforma en un insecto no identificado, subrayando la deshumanización en la que puede convertirse en los tiempos modernos.

Los felices años veinte es el nombre que recibe esta década, marcada por el deseo de olvidar los horrores de la guerra. Por eso el arte se vuelve frívolo, hedonista y trata de recuperar el optimismo, huyendo de la realidad, fijándose sólo en los detalles y no en el marco histórico, o bien alterando la percepción del entorno. La influencia de la música y el cine comienza a hacerse patente en los escritos, que adoptan un ritmo más rápido. En este contexto surge con fuerza el surrealismo, recogiendo los hallazgos del psicoanálisis como punto de partida para explorar el mundo de los sueños y de las asociaciones de imágenes.

En castellano, la Generación del 27 combinó las influencias surrealistas y vanguardistas con la tradición lírica (reciben su nombre de Góngora), con los versos de Pedro Salinas, Gerardo Diego, Jorge Guillén o Vicente Aleixandre. Jorge Luis Borges inicia la publicación de sus obras repletas de referencias intelectuales que hacen de puente entre Europa y América Latina, donde escribe Pablo Neruda.

En los años 30 vuelve la literatura más reflexiva, que analiza el contexto histórico y preludia el existencialismo, como por ejemplo la obra de André Malraux o Louis-Ferdinand Céline.

La literatura inglesa continúa explorando el modernismo con nombres que inician su carrera, como Graham Greene o Dylan Thomas que conviven con los grandes autores del período anterior. En los Estados Unidos, la Gran depresión marca el tema de la mayoría de las novelas, con autores como John Steinbeck o Henry Miller. Dentro de la novela de género cabe destacar la figura de Agatha Christie; su obra Diez negritos puede considerarse el primer superventas del siglo (con más de 100 millones de copias vendidas). Las intrigas de detectives ocupan un lugar preeminente en las preferencias lectoras del período.

La muerte de Federico García Lorca simboliza el fin de las experimentaciones literarias y se da inicio a un periodo más autárquico e intimista, combinado con un arte de propaganda política. El conflicto como tema marcará buena parte de la literatura posterior, como la de Mercè Rodoreda y Gurguí.

De nuevo la guerra marca la ruta literaria. La Segunda Guerra Mundial supone un punto de inflexión, tanto por los combates y sus consecuencias, como por el holocausto, uno de los grandes temas de la segunda mitad del siglo (así como la identidad de los judíos y su papel en Israel, asunto que dividirá políticamente la clase intelectual). El diario de Ana Frank, escrito durante esta época, puede ser visto como uno de los libros inaugurales de esta tendencia, y Primo Levi como uno de sus máximos representantes.

Surge el existencialismo, con las obras de Jean-Paul Sartre, ante la angustia de un error repetido, la falta de sentido de la vida y la libertad combativa que se opone a ella. Sobre temas similares se reflexiona en El Principito o los libros de Albert Camus. Simone de Beauvoir añade la cuestión del feminismo y el papel de la mujer.

En Grecia se destaca la lírica de Giorgos Seferis y Odysseus Elytis, ambos galardonados con un Premio Nobel.

En Italia surge el neorrealismo, tanto en cinema como en literatura (la mutua influencia entre las dos artes va creciendo a lo largo del siglo), con obras como las de Cesare Pavese.

Los años 60 profundizan en el cuestionamiento del sistema iniciado la década anterior, de manera que se presta atención a las obras que simbolizan la contracultura; se aborda el tema del papel de la mujer, incorporando el feminismo la crítica literaria o usando incluso la ciencia ficción y se da voz a las minorías étnicas y sociales, así como otras literaturas no occidentales.

El tema racial se convierte en capital en Norteamérica, donde narradores como Harper Lee o Alex Haley trasladan a la ficción los movimientos políticos y reivindicativos de la calle, con figuras como Martin Luther King. La ciencia ficción continúa su periodo dorado, con autores como Anthony Burgess, Stanislaw Lem o Arthur C. Clarke que crean mundos donde los viajes en el espacio y las máquinas (temas habituales del género) conviven con la disección psicológica de los personajes y con la crítica a la manera de vivir de sus coetáneos.

Aparece en los países latinoamericanos la tendencia del realismo mágico, heredera de la mezcla entre fantasía y realidad de los años precedentes. Este boom editorial da paso a nombres como Gabriel García Márquez.

Los años 1970 marcan la convivencia de diversas tendencias simultáneas, en una mezcla que será una constante hasta finales del siglo. Por un lado continúan publicando los autores respetados del pasado y se insiste en la literatura experimental, pero por otro lado algunos escritores reivindican las formas clásicas de la literatura, y conviven con productos diseñados específicamente para el consumo masivo, con influencias de la televisión

La década de los 1980 está marcada por el auge de la novela histórica, como demuestra el éxito de Umberto Eco o Ken Follett, la literatura de fantasía (las obras paródicas de Terry Pratchett o las de Dragonlance, que emparentan el género con el juego de rol), y el relato de vidas de antihéroes.

En Sudamérica continúan las publicaciones de los autores del realismo mágico, pero con nombres nuevos como el de Isabel Allende. Al mismo tiempo surge una literatura de protesta, fuertemente politizada, que reclama la plena democratización del subcontinente.

Japón está marcado por el auge del anime, el manga y su exportación a Europa, lo que contribuye a revalorizar el cómic como género literario (un ejemplo serían las obras de Alan Moore o el mundo de fantasía de Neil Gaiman).

La literatura infantil ve las sagas de Robert Lawrence Stine o de Harry Potter, una de las más vendidas de la historia y que supone la iniciación literaria de una generación.


Literatura renacentista

La renovación general en el conocimiento que comenzó en Europa tras el descubrimiento del nuevo mundo en 1492 trajo consigo una nueva concepción de la ciencia y la investigación y formas distintas de hacer arte.

Surgió por entonces una forma literaria que luego desembocaría en la novela, que cobró renombre en los siglos posteriores. Una de las más conocidas de esta primera época es la Utopía de Tomás Moro.


Literatura barroca

A diferencia del Renacimiento, el Barroco se caracteriza por la idea del desengaño y por el pesimismo. Las temáticas frecuentes en esta literatura son la vida como lucha, sueño o mentira y la fugacidad de los hechos humanos, plasmadas en un estilo suntuoso y recargado.


Literatura dieciochesca, ilustrada o neoclásica

Puede darse como periodo de la literatura «ilustrada» los años que van de 1689, en que se publica el Ensayo sobre el entendimiento humano de John Locke y 1785, en que se publican Las desventuras del joven Werther de Goethe.


—Serendipia

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